miércoles, 9 de agosto de 2017

El mejor bebé del mundo - Capítulo 2

Capítulo 2. El castigo

El primer castigo del culpable es
que su conciencia lo juzga y no lo absuelve nunca.
Juvenal
Con el castigo, el bueno se hace mejor
y el malo se hace peor.

Anónimo
El castigo más justo
 es aquel que uno mismo se impone.

Simón Bolívar

Cuando terminé de hacer mis labores hogareñas, mismas que me habían sido impuestas, decidí relajarme, me encerré en mi cuarto el resto de la tarde, escuche música a todo volumen, fingía cantar y brincaba por todo el cuarto, el rock es genial. Después de cansarme de mi propio relajo y de tanto brincar decidí que era suficiente rock por el día. Encendí mi consola de videojuegos y me quede jugando el resto del día, deje de jugar cuando mi cuerpo ya no podía más, claramente a una hora bastante tarde, entonces caí profundamente dormido.
       
Como era de esperarse me quede dormido, no me desperté para ir a recoger a papá que nos esperaba en el aeropuerto, así que mi madre se fue sin mí y me dejo durmiendo. Mi mamá fue sola a recoger a mi papá, creo que ellos estuvieron charlando un momento antes de volver a casa, por lo que descubrí más tarde mis papás estaban enterados de cada una de las cosas que había hecho, quedarme dormido había sido la gota que derramo el vaso.

        Al llegar a casa papá subió a mi cuarto mientras yo seguía durmiendo, fue a despertarme, abrió las cortinas del cuarto, me despertó y después me dijo -¡Buenos días! ¿Cómo amaneció, mi campeón? Esperemos que no haya tenido ningún accidente hoy- con un tono bastante paternal y meloso. Me quede en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ni siquiera pude decir una palabra y me deje llevar por lo que estaba sucediendo.

        Papá me quito las sábanas de un jalón, por suerte no había tenido ningún accidente, me sentí orgulloso de mí mismo. Después de eso, me dijo lo siguiente -¡Vamos a alistarnos! ¡Arriba arriba, Mickey!- con esa voz de papá que consiente a un niño. Me enojé por el hecho de que me había llamado Mickey, sonaba tan tonto, cuando alguien intentaba llamarme de esa manera lo paraba en seco y algunas veces podía haber golpes, pero poco sabía yo que de ahora en adelante yo dejaría de ser Michael y pasaría a ser Mickey.

Mi padre me tomo del brazo y me llevo directo a nuestro cuarto de baño, me dijo que me sentara un momento en lo que alistaba mi baño especial. Me sentía un poco confundido porque no sabía que era lo que estaba pasando y porque de repente mi padre estaba actuando tan raro, después de todo lo único que hice fue quedarme dormido, pero después me di cuenta de que había mucho más. Mientras yo estaba en mis pensamientos mi padre alistaba todo con presión se aseguraba de que el nivel del agua y la temperatura fueran adecuadas, cuando termino agregó algunos juguetes de baño, tres patitos, una ranita y un barco.

        Los patitos eran de diferentes colores, el más grande amarillo, el mediano azul y el más pequeño rojo. La ranita era verde con manchas amarillas y el barco era de color azul con rojo brillante, me quede un momento observando la bañera y luego pensé lo peor, me iban a bañar allí, papá me iba a bañar, antes de que pudiera salir corriendo mi padre me ayudo a quitarme la ropa –Mickey sube los brazos, por favor- con una expresión de comando y en calma. A lo cual conteste -¿Por qué me haces esto? Ya no soy un niño pequeño, tengo 14 años y se bañarme solo- dije con un poco de coraje y una desesperación enorme en mi corazón.

        Mi padre me miro con tono serio y dijo –Aaah ahora sí eres un niño grande no, por qué no pensaste en eso antes, me han llegado tus notas por correo, además saliste sin avisar y preocupaste a tu madre, y por sobre todas las cosas te portaste muy irresponsable durmiéndote tarde, tan tarde que olvidaste que hoy era un día especial-. Mientras lo escuchaba un frío recorría todo mi cuerpo, cada cosa que había dicho mi padre era verdad y en el fondo no sabía porque me había portado de forma tan irresponsable.

        No podía ver a mi padre a los ojos, agache la cabeza y me quede callado, alcé los brazos para que papá me pudiera quitar la camiseta que estaba usando, una de mis favoritas color negro y con mi banda de rock preferida. Después papá prosiguió con su labor, me ayudo a quitarle los pantalones con mucha paciencia, porque yo estaba muy inquieto con todo este nuevo tratamiento, finalmente la ropa interior, mis boxers con calaveras.

        Sentí mucha vergüenza de que papá me viera desnudo, hacía mucho tiempo que nadie me veía desnudo, en la clase de educación física siempre trataba de cambiarme de modo privado y esperaba a tomar la ducha cuando había menos personas. No sentí tanta vergüenza por estar desnudo, sino porque a mis catorce años tenía poco vello, casi nada, era lo que se dice un lampiño, mis compañeros siempre se burlaban porque yo seguía con una apariencia de niñito, mientras ellos ya casi podían considerarse casi unos viejos barbones.

        Mi padre hizo que me metiera a la bañera, tenía una cara de disgusto de estar en toda esa situación, ante lo cual mi papá decía -¿Amaneció de enojocito mi niño? ¿No durmió bien el nene?- con ese horrendo tono meloso que sólo los papás y las madre saben usar. En mi cabeza respondía, sí estoy enojado porque no puedo creer que mi papá me esté bañando y claro que no dormí bien, estuve jugando toda la noche, es obvio que estoy cansado.

        Cuando el baño hubo acabado, me envolvió en una toalla y me cargo hacía la habitación de huéspedes, que hasta entonces había estado con llave, –Papá mi habitación está del otro lado- dije un poco presuntuoso. Creo que tanto viaje había hecho que papá olvidara donde estaban nuestras habitaciones, seguro que también olvido que ya no tengo 4 años trataba de ser condescendiente conmigo mismo.

        Fue entonces cuando mi padre dijo –No, Mickey, te equivocas, esa ya no es tu habitación- con un tono serio ¿Qué rayos estaba sucediendo ahora ni siquiera podré tener una habitación propia? Pero me equivocaba porque claro que tendría una habitación propia sólo que no era la típica habitación para los chicos de mi edad. Mi padre abrió la puerta de la habitación y fue entonces cuando definitivamente perdí la cabeza.

        La habitación estaba pintada de azul celeste, tenía dibujos de Mickey mouse alrededor de las paredes, los muebles que había allí eran los mismos que puedes encontrar en un cuarto para bebés, sólo que a diferencia de aquellos, todo aquí estaba hecho para que yo pudiera usarlo, había una enorme cuna con un móvil, un enorme cambiador, una caja de juguetes de madera color blanco con dinosaurios y mi nombre grabado en ella, recuerdo que tuve una de pequeño, pero no era tan infantil ni tan grande como la que ahora estaba a mi vista.

        En ese momento comencé a sollozar, luego las lagrimabas brotaban como lluvia de verano, mi padre notó esto, bajo la reja de la cuna y me sentó en la cama comenzó a secarme con calma, primero el cabello y después el resto del cuerpo, cuando terminó me volvió a cubrir con la toalla y comenzó a hablarme seriamente –Mira Michael, estuvimos hablando con tu psicóloga desde hace dos meses, ella nos sugirió que comenzáramos con una nueva terapia para ti, el último reporte que te hicieron mencionaba que estabas sintiendo falta de cariño y de afecto, ella nos sugirió una nueva terapia experimental llamada AR-.

Empecé a calmarme, pero qué rayos era todo esto pensaba en mi mente, entre más escuchaba a mi padre más lógicas me parecían las cosas, siguió con su discurso –Al principio tu mamá y yo no estábamos seguros de esto, nos opusimos muchas veces a esa idea, pero acordamos que sí sucedía algo contigo entonces deberíamos al menos intentarlo y darle una oportunidad. Y tú sabes bien qué es lo que ha sucedido, Michael esto es por tu bien, creo que esto te enseñara a ser más responsable y cambiará tu comportamiento de estos últimos días-.

        Después de su discurso papá cambió de actitud y volvió a utilizar el tono de antes –A ver qué ropa tenemos para nuestro pequeño consentido- dijo dirigiéndose al closet de la habitación, saco una camiseta de Mickey Mouse de color roja con estampado negro, después sacó un shortall de color azul marino tipo jeans, también con decorados de Mickey, unos calcetines celestes. Después vino lo peor, abrió un cajón y saco algo que me horrorizó, un paquete de pañales con diseños infantiles, después saco uno de los pañales tenía dibujos de osos y era blancos, al principio pensé que eran pañales de bebé y que no me quedarían, pero de nuevo estaba equivocado, estos no eran pañales de bebé, eran pañales para chicos de mi talla, pueden creerlo, en serio de verdad que existen.

        Ya había dejado mis lágrimas atrás y ahora papá me cargaba y me llevaba directo al cambiador, muy diligentemente coloco el pañal y el talco en mí, incluso se tomó la molestia de ponerme crema anti rozaduras, finalmente cuando se aseguró que estaba todo en orden aseguro las cintas rápidamente –Ni se te ocurra quitártelo- dijo papá con una mirada severa en el rostro  El hecho de estar de nuevo en pañales me pareció la cosa más humillante que había en el mundo, no había peor castigo que este, una de mis peores pesadillas se estaba volviendo realidad.

        Decidí adoptar una actitud cooperativa, en primer lugar porque no sabía exactamente cómo actuar y hasta este momento no tenía un abogado para defenderme, además había una prescripción, qué iba a hacer, yo era sólo un chico contra mis papás y el mundo, eso definitivamente no funcionaría. En segundo lugar, sí necesitaba y quería más atención y cariño, pero jamás pensé que lo iba a recibir de esta manera y finalmente yo sabía que mis padres me querían y que cualquier cosa que hicieran era por mí bien como había dicho papá y si esto era un castigo definitivamente me lo merecía.

Después del cambio de pañales, papá procedió a ponerme el resto de la ropa que había elegido, el shortall me quedaba algo justo, y hasta yo podía notar que era demasiado evidente que estaba usando pañales. Papá termino de vestirme con unos zapatos bastante infantiles, eran de corte abierto tipo sandalias con dibujos de Mickey Mouse y lucecitas de colores, de verdad que era una cosa ridícula. Finalmente cuando estaba listo, me miré de reojo en el espejo, era la imagen más sosa que hayan visto, un chico de catorce años vestido de esa forma, era simplemente ridículo.

        Papá me tomó en los brazos, yo la verdad no soy tan pesado, siempre he sido muy delgado, así que para él cargarme resultaba una acción simple y sin más complicaciones, además papá estaba acostumbrado a hacer rutinas con bastante peso. Papá me cargo en sus brazos y me puso en la cuna ¿Me visten así para dormir? ¿Qué rayos por qué tenía que dormir tan temprano? pensaba y pensaba, hasta que papá dijo –Espérame allí, aún tengo que desempacar y alistar algunas cosas-, cerro la cuna y dejo la habitación.

        En ese momento me propuse el plan de escapar de la cuna, creo que este plan les surge incluso a los niños pequeños, aprovechar un descuido y salirse de la cuna para hacer alguna travesura, busque por todos lados como salir, los barrotes eran lo suficientemente altos y además la cuna estaba algo elevada, si me tiraba de allí seguro que me rompía una pierna, tal vez exageraba, pero no veía una forma segura de salir sin resultar lastimado.

        La idea de escapar se esfumo de mi cabeza cuando mamá entro a la habitación y dijo -¡Ah mira! ¡Qué niño tan precioso!-. Después cambió el tono ¿Cómo te está yendo con esto Mike? Espero que tu padre no haya sido muy salvaje con esto- sonrío mientras ponía un biberón al lado de mí –Mamá, en verdad piensas que voy a tomar de eso- dije con tono rebelde, -Mira Mike, no me voy a poner a discutir contigo estas son las reglas y ahora estás bajo ellas, si quieres desobedecer adelante estás en todo tu derecho, pero piensa en que habrá consecuencias mayores- dijo mi madre en el tono más serio posible.

        En ese momento tome el biberón en mis manos y comencé a beberlo, mamá me lazó una mirada de aprobación, después comenzó a acariciarme el cabello igual que cuando era pequeño. Una vez que termino su misión mamá se retiró del cuarto –Disculpa, tengo que alistarme, cariño, te veo en el auto- al decir esto salió de la habitación.

Aproveche el momento en el que me quede solo para explorar un poco, observé cada centímetro del cuarto en el que me encontraba, las cortinas tenía a Mickey y sus amigos, además había un rincón con libros infantiles, una sillita con un oso que decía time-out, había también varios juguetes todos ellos como para niños de 3 a 4 años, era una habitación bien iluminada y hasta cierto punto era cómoda. Después de haber recorrido la habitación con la vista comencé a tener conciencia de mí mismo, observaba mi ropa, toqué mis pañales, me moví hacia los lados sólo para comprobar que eran muy ruidosos.
   
     Para ser honestos a pesar de lo ruidosos que eran los pañales me parecieron cómodos, aun así por ningún motivo mis papás podrían saber lo que pensaba sobre ellos, porque estaba dispuesto a dar la lucha contra todo este circo, cuando estos pensamientos inundaban mi cabeza entro mi padre a la habitación –Ya está listo, mi campeón- dijo mi padre con voz relajada. Entonces recordé que mi madre dijo algo del auto, no puedo creerlo, mis papás me llevarían fuera de la casa vestido de esta manera, me puse morado de solo pensarlo.

        Mi padre se acercó a la cuna -¿Estás bien, campeón? –dijo un poco preocupado. –Sí, estoy bien- relaje los músculos y volví a la normalidad, papá bajo la reja de la cuna y me cargo a sus brazos, me sentí tranquilo.
Al salir de la habitación alcancé a ver la puerta de la habitación tenía mi nombre escrito con letras de colores infantiles [M i c k e y] y un dibujo de un dinosaurio. Ya no era la habitación de huéspedes, tampoco era “la habitación”, ahora era mí habitación.

        Papá abrió la puerta del auto y me sentó en lo que parecía una silla de seguridad de esas que son requeridas por la ley para los niños pequeños, sólo que esta era muchísimo más grande, papá la había ajustado bien al haciendo trasero y ahora se cercioraba de que yo estuviera bien asegurado a ella. Me sentí tonto sentado en ella, pero no dije nada, las correas apretadas hacían que el pañal se ajustara más a mi cuerpo, descubrí una sensación que antes no tenía y era que los pañales se sentían bien, especialmente si estaban ajustados a ti, tuve que disimular que estaba disfrutando al menos por un momento de esto.

        La diversión se esfumó cuando papá encendió la mini pantalla detrás del asiento de mamá, un flash y allí lo tenía era el personaje bailarín azul, Pocoyo. El hecho de tener que escuchar la voz del narrador y todo eso era desesperante, para mí era una tortura psicológica, había ido a la guerra y no estaba preparado para esta arma.

Nos tardamos un poco en llegar a nuestro destino, después de un rato comencé a alejar con el narrador en mi mente, tonto Pocoyo, no ves allá atrás está la pelota azul y Eli está del tobogán, para mi desgracia no podían escucharme, todavía no habíamos inventado la televisión interactiva, entonces el narrador seguía repitiendo y repitiendo las preguntas, cosa que era bastante exasperante.   

        El auto finalmente se detuvo, con solo echar un vistazo por la ventana me di cuenta de que estábamos en el restaurant favorito de papá, el paseo no se había cancelado después de todo, lo único malo es que yo estaba en una situación complicada. Papá abrió la puerta trasera del coche y se dio cuenta de que tenía los ojos fijos en la mini pantalla –Alguien se está divirtiendo y no quiere perderse su caricatura favorita, pero tendré que apagar la pantalla Mickey, tenemos que apresurarnos por nuestra reservación- dijo papá.
  
      En mi mente contestaba a todo porque si lo hacía en voz alta podía irme muy mal, por supuesto que no disfrutaba que un idiota me repitiera la misma pregunta una y otra vez, además eran preguntas muy bobas, cualquier niño podía dar la respuesta, pero el narrador no dejaba de preguntar, supongo hasta estar convencido de que había hecho cabrear a unos cuantos.

        Papá comenzó a desatar los seguros y fue entonces cuando mis preocupaciones comenzaron a rondar la cabeza, todos me iban a ver de esta forma y qué tal si me encontraba a un amigo o familiar, qué iban a pensar de mí. Comencé a sudar de la preocupación, papá notó esto y pasó una toallita húmeda mis manos y el rostro, después me tomó en los brazos diciendo –Arriba, campeón-, cerró la puerta y nos unimos a mi madre.
   
     Mi madre me lanzo una sonrisa como de ternura, supongo que la escena le hacía mucha gracia. Después escuche que le dijo a mi padre –Cariño, ten cuidado cuando cargues a Mike, no quiero que te lastimes la espalda- a lo que mi padre respondió –Estoy perfecto, sabes que estoy acostumbrado a cargar cosas más pesadas, además Mickey no es tan pesado como pensarías, además tiene que acostumbrarse, no creo que esté listo para usar la carriola aún-dijo seriamente.

        -¡Qué!- pensé, no era posible, hasta carriola tenía, cuánto tiempo duraría todo esto, en ese momento mamá interrumpió mis pensamientos y dijo –Mira parece que le gusta que lo lleves en los brazos-, me sonroje, aunque mamá se equivocaba, no estaba disfrutando esto, aunque por otro lado ser cargado en los brazos me evitaba el tener que caminar con un pañal y que todos escucharan el ruido que producía.

        Al entrar al restaurant un mesero joven de nombre Sach J. nos atendió amablemente, nos dirigió a nuestra mesa que tenía un pequeño letrero de reservado, después hizo el siguiente comentario -¿Van a necesitar una silla alta para el niño? Tenemos algunas para chicos como él- era evidente para mí que el mesero pensaba que yo podría tener alguna discapacidad y trato de ser comprensivo. Mi padre le dijo que estaba bien, entonces después apareció una persona con la silla alta, papá me coloco en ella y abrochó los seguros.

        Mamá entonces quiso tomarme una foto –Te ves adorable Mike-. Cuando mamá intento tomar la foto me volteé hacia un lado para que no saliera mi rostro como niño berrinchudo, papá notó mi gesto entonces me echo una de esas miradas de si no te comportas te irá mal. No me quedo más remedio que dejar que mamá me tomara la dichosa foto –Pero qué niño tan adorable tengo- dijo mi madre tratando de molestarme un poco, y funcionó porque en ese instante me puse rojo como tomate.

        El mesero tomó nuestra orden, papá pidió su cerveza y alitas de pollo para pasar el rato en lo que llegaba nuestra comida, mi madre una ensalada, a mí inmediatamente me sirvieron el menú para niños, mamá se acercó a mí y me puso un babero ya adivinarán que diseños tenía, correcto de ese ratón que ya todos conocemos. Después se encargó de servirme el jugo en una taza entrenadora, me moleste un poco porque hasta donde tenía memoria yo sabía perfectamente como tomar de un vaso.

El menú para niño consistía en nuggets con forma de dinosaurio, papás fritas y espagueti, a diferencia de la comida de antes está sabía mucho mejor, la comida estaba deliciosa, estaba tan entretenido comiendo que notaba como mi cara se llenaba de espagueti y como las manchas aparecían en mi babero, después en un descuido tiré el vasito entrenador al suelo, por suerte nada se había derramado y mamá volvió a alcanzármelo sin antes decir –Qué bueno que estás usando un vasito entrenador, imagínate el desastre que hubieras hecho-.

La tarde en el restaurant pasó tranquila y para ser sincero a nadie pareció importarle mi condición todos estaban bastante ocupados en lo suyo, y si acaso a alguna persona le llamaba la atención no dudo en que fingían parecer indiferentes cuando las personas tienen dinero siempre están fingiendo que nada les interesa más que ellos mismos, lo podía entender del mesero pero no del resto de las personas.

Cuando terminé de comer me sirvieron el famoso helado del que tanto les platique, era tan dulce y suave, comer el helado fue una de las experiencias que más disfrute ese día, tienen que entenderlo, helados como este lugar no se encuentran en cualquier parte, son deliciosos, yo podría vivir comiendo sólo helado de este lugar, claro si mis padre me dejaran y si fuera un alimento que pudiéramos comer tanto como quisiéramos.

Finalmente mis padres pidieron la cuenta, dejaron una propina para nada despreciable, en honor al mesero que nos había atendido tan bien. Papá desató los seguros y me sacó de la silla alta y me dijo lo siguiente –Te portaste muy bien, campeón, te voy a recompensar por ello, ya verás-, papá me cargo de nuevo en brazos y salimos del lugar.

Caminamos hacia nuestro auto yo en brazos de papá y mamá tomada del brazo de mi padre, cualquiera que hubiera visto la escena hubiera pensado que hacíamos una bonita familia. No tardamos mucho en encontrar nuestro auto, mi madre se subió al coche y papá volvió a colocarme en la silla especial, encendió de nuevo la mini pantalla, para mi suerte ya no estaba el Sr. Pocoyo en la pantalla, papá había puesto Hora de Aventura, un programa que me encantaba, supongo que a esto se refería con aquello de te voy a recompensar ya verás.

Papá me aseguró bien a la silla y nos pusimos en marcha, ya había oscurecido y las luminarias de la ciudad se habían encendido. Durante el trayecto iba disfrutando de mi caricatura favorita, hasta que sentí muchas ganas de hacer pipí, había tomado mucho jugo, además de aquel enorme y delicioso helado. Las ganas finalmente se volvieron incontrolables pues había aguantado bastante, hasta que por fin decidí relajarme y comencé a mojar los pañales, fue la cosa más rara del mundo, me sentí relajado y la vez extrañado por esta nueva sensación y es que si los pañales eran cómodos, mojados se sentían mucho mejor, era una sensación indescriptible pero placentera.

Me aburrí un poco de estar viendo la mini pantalla cerré los ojos y trate de concentrarme en esta nueva y reciente sensación que había experimentado, para mi desgracia cuando comenzaba a agradarme todo esto, por fin llegamos a nuestra casa, no era justo, me sentí decepcionado por no haber mojado los pañales antes y por no haber sentido curiosidad por ellos mucho tiempo antes de estar bajo este terrible castigo.

Al llegar a casa mamá subió a su habitación y papá se ocupó de sacarme del auto y de la tonta silla, no sin antes revisar el estado de mis pañales para me miró a los ojos y dijo –parece que alguien ha tomado demasiados líquidos hoy y ha tenido un accidente-, me alegra que al menos lo llamara un accidente, estoy seguro de que no me culpaba de que ahora estuviera en un enorme y húmedo pañal.

Papá me llevo en brazos hasta mi habitación, encendió la luz y me llevo inmediatamente al cambiador, limpió hábilmente el área del pañal y esta vez se tomó su tiempo para poner aceite de bebé en toda el área, el aroma del aceite era demasiado fuerte que estoy seguro que inundaba toda la habitación, esta vez no volvió a colocarme los pañales con dibujos de osos, sino que a diferencia de aquella vez, ahora me había colocado en unos enormes y gruesos pañales de tela, mismos que habían sido asegurados perfectamente con unos seguros de patitos y un calzón plástico para evitar las filtraciones.

Los pañales de tela eran muy suaves y gruesos, además de acolchonados y cómodos, también me gustó mucho llevarlos, pero no podía mostrar que disfrutaba de ellos, así que trataba de hacer una cara de disgusto. Después de los pañales de tela, papá me coloco un enterito de una pieza que hacía fácil el cambio de pañales, tenía dibujos de dinosaurios y un rawwr escrito. Papá me coloco en la cuna y después pidió que lo esperara –Ya vuelvo- dijo esperando que no me durmiera aún, aunque me pregunté quién podía dormirse a las nueve de la noche, al menos yo no era esa clase de persona.


Papá volvió con un biberón de leche caliente, se acomodó conmigo en la cuna y me lo ofreció, se quedó conmigo hasta cerciorarse de que me lo había terminado todo, cuando papá quito el biberón de mi boca dije – ¿Cuánto durara todo esto?- con un tono serio y preocupado. –Mickey esto va a durar lo que quieras que dure, tú sabes en el fondo que es lo que debes hacer para que esto termine- me dio un beso de buenas noches en la frente, aseguro la cuna, coloco una lucecita de noche de Minios en el toma corriente y dijo -¡Buenas noches, qué descanses, pequeño!- salió de la habitación y cerró la puerta. 

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